Cuando Harkaitz decidió que quería aprender a tocar la txalaparta, Juan Mari Beltrán dirigía las clases de la escuela de Hernani. Hizo falta insistir mucho para lograr entrar, puesto que las plazas se habían terminado y el joven no quería quedarse fuera bajo ningún concepto. Como ya comenta durante la entrevista, la txalaparta le impactó desde el primer momento y en él se había creado una necesidad que no podía ignorar.

Al tiempo, fue el historiador Beltrán el que le sugirió la idea de impartir clases en la escuela cuando a él ni siquiera se le había pasado por la cabeza.

Se formó, aprendió, enseñó y al poco, logró conocer a cuatro txalapartaris que desde entonces, y hasta ahora, trabajaría junto a ellos en diferentes proyectos. Comenzó una bonita relación a través de un instrumento, una coordinación creada desde la confianza y la experiencia.